lunes, 10 de septiembre de 2012

Llegas tarde


Hace poco había tenido un día largo de trabajo y al llegar a casa me dice mi compañero:

-Ey, llegas tarde! 

Yo me quedé un poco como pensando en que no lo podía remediar y que aquello no era ninguna cita. El caso es que tras recapacitar un momento me encantó, hacía mucho que nadie me decía algo así al llegar a casa. Es bonito saber que alguien te espera en lo que consideras tu hogar.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Celia

5:30 ya suena el despertador. Lentamente se pone en marcha, un bocadillo para despues, alguna chaqueta -que hoy hace frio-

Ya en la calle, va con una bici lentamente, ultimamente se le sale la cadena, así que entre eso y que va aún dormida, va a su ritmo en un sábado somnoliento. Un negro le va cantando al oido, a través del mp3 ¿y qué si no es lo suyo llevar la música mientras conduce? si la gente supiera lo que disfruta no le diría esas mierdas.

Empieza ya el trabajo, hoy va un poco tarde pero como es fin de semana espera que los pacientes se lo excusen un poco. El primero de la mañana es un hombre de estos que ya ha vivido lo suyo, como un búho, que muchas cosas ve a través de ojos claros tras gesto siempre ceñudo. Siempre trabajan medios callados, pero no hay tensiones porque es parte de la rutina. El hombre siempre hace bromas pero Celia sabe que hay un pasado/presente triste. No sólo por lo que entreve,sino porque una compañera le dio más detalles.

La siguiente es una mujer, pero en realidad siente que a quien visita es al marido que la cuida. Ella no puede responder a casi nada y Celia se pregunta muchas veces que es lo que realmente hay en la mente de esa mujer. Cuando llega la saluda muy bajito, como con vergüenza. Los cuidados son realmente especiales, dan para otra historia.

Ahora va hacia el nuevo; aunque es una persona complicada de tratar, a Celia le gusta, aunque no sabe bien porqué. Es muy joven y Celia no puede evitar hablarle de tú, a riesgo de sonar maleducada. De cuando en cuando, como puede intenta sacar algún tema de conversación que lo aleje por un momento de su enfermedad. Hay días y días.

Hoy además Celia va contando las horas porque la juventud, las ganas de vivir y las horas de sueño que le debe al cuerpo le piden ya unos días libres. Pero ahora viene una de sus favoritas. Con ella tiene sólo 15 minutos, pero casi siempre sin querer acaba cogiendo tiempo del descanso y quedándose más. La mujer es encantadora. Parece difícil que se pueda tener tanta inocencia y amor siendo tan mayor. Le cuenta siempre las mismas historias y casi siempre acaba hablando de la guerra, de algunas cosas horribles que le ocurrieron de joven y de los amores de su vida. Ultimamente como la visita casi todos los días, le va contando cosas nuevas. También le pregunta si está loca y si ya no puede valerse por sí misma. Celia intenta suavizar el asunto, aunque la respuesta sea simplemente sí.

Muchas veces intenta imaginar el transcurso de los pensamientos en una mente deteriorada. La conciencia del tiempo alterada, si seguirá pautas de sueño alguna, como se ve guiada por la rutina estimulada por el instinto. Es todo un mundo.

En el descanso ha hecho algo guay, como al final se le olvidó el bocadillo, ha entrado en una pasteleria que tiene unos hojaldres increíbles. Ha desayunado como en una película mirando por la ventana.

De vuelta al trabajo va pensando en lo que hará en su tarde libre. Hoy parece que por fin pasará tiempo con un medio novio que tiene. Ayer se vieron y Celia casi como una niña le pidió verle pronto. Quizás él no sepa que lo mejor de su día fue ese abrazo de la despedida.

Las últimas horas de trabajo pasan y por fin puede volver a casa. El viaje de vuelta es como un lento proceso de desconexión, viaja de nuevo a su vida e intenta dejar de lado todo lo que le gustaría cambiar de la vida de sus pacientes.

Como hoy ha decidido que va a ser un día animado, le llegan buenos planes para proponerle al medio novio.

Come, duerme, estudia un poco y empieza a preparar todo para verle. Mientras cocina va haciendo como magia, porque además sin querer, es lo que lleva pensando todo el día. Así que tiene que estar rico.

La habitación la ordena y prepara ya la mochila para mañana, hace ya rato que debería estar acostada pero bueno, seguro que le merece la pena.

Esperar, esperar y no llega. Al rato, una muy buena disculpa y Celia responde que lo entiende, aunque se siente como una niña y mil historias de amores no-bien-correspondidos se le pasan por la cabeza. Tampoco quiere pedirle más porque quizás sería demasiado.

Él la llama y se lo explica todo muy bien por teléfono. Es todo bastante comprensible y frustrante de todos modos. Le dice algo así como que la quiere y que se verán pronto.

La cena ya está fría y no tendría mucha gracia comersela sola. Bah, al menos ya tendrá comida para cuando llegue mañana del trabajo.

Y no es que todo esto sea un lamento, es sólo algo bastante entendible. Sólo que Celia a veces siente que es verdaderamente triste dedicarse completamente a otras personas.