lunes, 27 de febrero de 2012

Antonio

La noche que me recibiste no habías podido dormir mucho. Creo que al igual que yo, ya imaginabas que nos caeríamos bien. Yo no sabía si darte dos besos o la mano y cuando te pregunté tu me diste un abrazo.

Cuando Antonio habla lo hace de forma pausada, como hablarías con tu amigo en una tarde de verano.

Y tras tu apariencia bonachona eres capaz de seguirme en mis pensamientos complejos y en explicaciones que les resultarían raras a otras personas.

Se nota que eres sincero en tu alegría al darme los buenos días. Me encanta esa calidez con la que me cuentas tus historias de mangales y del ejército, y de cómo sentías la música y de cuando llegaste aquí...

Y pienso en lo que habrías sido si hubieras permanecido en tu tierra. Aquí te encuentro como un árbol frutal exótico que mucha gente puede apreciar pero que pocos saben de sus correctas condiciones de maduración.

Algo encontrarías en Berlín cuando quisiste quedarte aquí...

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